Siento que hay algo en el viento, algo que me trae el amargo sabor de una tragedia. Mis sentimientos se desvanecen, aunque tampoco es que esté segura de haberlos tenido algún día. Veo a la gente en la calle, ríen y lloran bajo mi ventana. Ojalá pudiera ir a llorar con ellos, pero como hacerlo si estoy aquí encerrada, si nunca me dejarán salir. Mi alma quiere volar, ser libre, pero mi cuerpo no se lo permite. ¿Cómo liberarme de la prisión que es mi mente? ¿Cómo escapar de una misma? Rezo para que algún día la luna me traiga la respuesta que tanto ansío. La veo tan hermosa, tan serena. Me gustaría ser como ella, poder tocarla, tal vez así podría ser feliz.
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Nadie me quiere, nadie se acerca nunca a mí, siempre me ven desde la distáncia. Incluso cuando estoy entre ellos me siento una extraña. Me miran y se ríen. Creen que no les veo, pero no me hace falta verles, lo sé, siempre ha sido así.
A veces sueño, no ocurre muy a menudo pero cuando ocurre es realmente hermoso. Sueño que un apuesto hombre se da cuenta de que existo, de que soy especial. Le veo abrirse paso entre el gentío de la plaza, le oigo gritar mi nombre, siento su beso… Pero abro los ojos y descubro mi sombra en la pared. Estoy sola, siempre lo estaré y eso nadie puede cambiarlo. Supongo que no estoy hecha para este mundo, al fin y al cabo ni mis padres me querían. Sólo fui un error.
Siento que hay algo en el viento, algo que me susurra al oído que ha llegado el día en el que dejaré de ser un gusano.
– Pronto estaré contigo, pronto podré vivir en tu luz- le digo a la luna que me observa con ojos tristes.
Una niña llora mientras llama a su madre a gritos.
– No te molestes niña, ella no vendrá. No vendrá.
Me quedé un buen rato mirando a esa chiquilla que tanto me recordaba mi infancia. Incluso llevaba coletas como las que solía hacerme mi madre los domingos.
– Ahora tendrás que aprender a hacértelas tu sola. – dije meciéndome el cabello con aire pensativo.
Pero si que vino. Su madre llegó llorando y gritando su nombre. Alba se llamaba. Y allí me quedé, viendo la que tendría que haber sido mi vida transcurrir con dolor bajo mi ventana.
Nadie se dio cuenta de que les observaba desde mi habitación, nadie lo vio porque no existía. Sólo la luna me había visto, sólo ella.
A veces me pregunto que habrá sido de todas aquellas personas que se han cruzado en mi vida sin prestarme atención. ¿Llegarán algún día a ver todo lo hermoso que hay en mi? Tal vez con el tiempo se den cuenta, tal vez algún día despierten del letargo al que están sometidos y vean el mundo cómo lo que es, un lugar oscuro que me asusta. Algún día lo comprenderán, pero hasta entonces debo seguir viviendo sin existir, presa en esta celda que me protege y me asfixia. No sabéis como he llegado a odiarla, no sabéis como he llegado a odiarme.
Siento algo en el viento, una voz tan pura… Me susurra al oído que todo saldrá bien, que me ama. Es ella lo sé, es mi amiga la luna, la única que escucha lo que tengo que decir, la única que ve todo lo bueno que hay en mí. Tal vez vaya siendo hora de mezclarme con la gente de aquí abajo, tal vez ha llegado la hora de que me conozcan, de que se den cuenta de que existo. Siento como el viento me alienta a seguir, a rendirme al fin al mundo. Tal vez tenga razón, tal vez así pueda ser al fin feliz. Si supieran lo que hay en mi interior, si tan sólo pudieran verlo… Me amarían, sé que lo harían.
Tengo que hacer algo, dejar que la gente vea lo que sólo la luna ha visto, que crean lo que sólo las estrellas creen. Tal vez de ese modo el mundo me acepte al fin.
– Amiga mía esta vez te haré caso. – dije lanzándole mi mejor sonrisa.
Abrí la ventana de par en par.
– Déjame gritarles que existo, deja que me convierta al fin en lo que debí ser.
De pronto el mundo dejó de parecerme ese lugar que tanto odiaba. Mi corazón daba saltos de alegría por la visión de la nueva vida que se abría ante mí. La hora había llegado, la hora de dejar atrás el gusano y dejar salir la mariposa que hay en mí.
Cerré los ojos mientras me llenaba los pulmones con el gélido aire que la luna me ofrecía sólo a mí. Y con los ojos aún cerrados abrí mis alas dispuesta a presentarme al mundo.
Mi cuerpo destrozado sobre el asfalto fue rodeado rápidamente por una multitud. Yo lo veía todo sentada junto a mi amor. La luna me acogió y envuelta por su tenue luz lo escuché.
– ¡Sally, Oh Dios mío Sally!
Vi gente llorando, a mi madre gritándole al cielo. Al fin habían visto, al fin habían creído. Ahora todos se daban cuenta de quién era, todos veían la magia que había en mi interior, y ya nunca olvidaran mi nombre.
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Nadie me quiere, nadie se acerca nunca a mí, siempre me ven desde la distáncia. Incluso cuando estoy entre ellos me siento una extraña. Me miran y se ríen. Creen que no les veo, pero no me hace falta verles, lo sé, siempre ha sido así.
A veces sueño, no ocurre muy a menudo pero cuando ocurre es realmente hermoso. Sueño que un apuesto hombre se da cuenta de que existo, de que soy especial. Le veo abrirse paso entre el gentío de la plaza, le oigo gritar mi nombre, siento su beso… Pero abro los ojos y descubro mi sombra en la pared. Estoy sola, siempre lo estaré y eso nadie puede cambiarlo. Supongo que no estoy hecha para este mundo, al fin y al cabo ni mis padres me querían. Sólo fui un error.
Siento que hay algo en el viento, algo que me susurra al oído que ha llegado el día en el que dejaré de ser un gusano.
– Pronto estaré contigo, pronto podré vivir en tu luz- le digo a la luna que me observa con ojos tristes.
Una niña llora mientras llama a su madre a gritos.
– No te molestes niña, ella no vendrá. No vendrá.
Me quedé un buen rato mirando a esa chiquilla que tanto me recordaba mi infancia. Incluso llevaba coletas como las que solía hacerme mi madre los domingos.
– Ahora tendrás que aprender a hacértelas tu sola. – dije meciéndome el cabello con aire pensativo.
Pero si que vino. Su madre llegó llorando y gritando su nombre. Alba se llamaba. Y allí me quedé, viendo la que tendría que haber sido mi vida transcurrir con dolor bajo mi ventana.
Nadie se dio cuenta de que les observaba desde mi habitación, nadie lo vio porque no existía. Sólo la luna me había visto, sólo ella.
A veces me pregunto que habrá sido de todas aquellas personas que se han cruzado en mi vida sin prestarme atención. ¿Llegarán algún día a ver todo lo hermoso que hay en mi? Tal vez con el tiempo se den cuenta, tal vez algún día despierten del letargo al que están sometidos y vean el mundo cómo lo que es, un lugar oscuro que me asusta. Algún día lo comprenderán, pero hasta entonces debo seguir viviendo sin existir, presa en esta celda que me protege y me asfixia. No sabéis como he llegado a odiarla, no sabéis como he llegado a odiarme.
Siento algo en el viento, una voz tan pura… Me susurra al oído que todo saldrá bien, que me ama. Es ella lo sé, es mi amiga la luna, la única que escucha lo que tengo que decir, la única que ve todo lo bueno que hay en mí. Tal vez vaya siendo hora de mezclarme con la gente de aquí abajo, tal vez ha llegado la hora de que me conozcan, de que se den cuenta de que existo. Siento como el viento me alienta a seguir, a rendirme al fin al mundo. Tal vez tenga razón, tal vez así pueda ser al fin feliz. Si supieran lo que hay en mi interior, si tan sólo pudieran verlo… Me amarían, sé que lo harían.
Tengo que hacer algo, dejar que la gente vea lo que sólo la luna ha visto, que crean lo que sólo las estrellas creen. Tal vez de ese modo el mundo me acepte al fin.
– Amiga mía esta vez te haré caso. – dije lanzándole mi mejor sonrisa.
Abrí la ventana de par en par.
– Déjame gritarles que existo, deja que me convierta al fin en lo que debí ser.
De pronto el mundo dejó de parecerme ese lugar que tanto odiaba. Mi corazón daba saltos de alegría por la visión de la nueva vida que se abría ante mí. La hora había llegado, la hora de dejar atrás el gusano y dejar salir la mariposa que hay en mí.
Cerré los ojos mientras me llenaba los pulmones con el gélido aire que la luna me ofrecía sólo a mí. Y con los ojos aún cerrados abrí mis alas dispuesta a presentarme al mundo.
Mi cuerpo destrozado sobre el asfalto fue rodeado rápidamente por una multitud. Yo lo veía todo sentada junto a mi amor. La luna me acogió y envuelta por su tenue luz lo escuché.
– ¡Sally, Oh Dios mío Sally!
Vi gente llorando, a mi madre gritándole al cielo. Al fin habían visto, al fin habían creído. Ahora todos se daban cuenta de quién era, todos veían la magia que había en mi interior, y ya nunca olvidaran mi nombre.
2 Comments:
Aquest m'agrada molt, trobo que el fet de quedar obert li dóna el sentit que li vulguis donar.... i reflecteix molt bé la solitud que sent....
Aquest, francament, molt bo
Me alegra que te haya gustado. Es un relato un poco diferente a lo que suelo escribir y sí,lo que realmente quería era expresar esa soledad que a veces todos sentimos.Como si no pertenecieramos a este mundo, como si nadie nos comprendiera realmente. Así que me alegro que ese sentimiento haya quedado bien plasmado.
gracias y hasta pronto
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